Relatos de Portadas: Tomo 16: Podemos empezar de nuevo

Penny ve como se aleja Zatch. Siempre supo que había algo mal en lo que hacía, pero se excusaba pensando que lo que le habían hecho a ella era mucho peor.

—¿Y si abandonamos a Sofis? —le pregunta Byonko—. Está claro que, en esta historia, nosotros somos los malos.

—No podemos dejar a Sofis.

—¿Por qué no? Él no es nuestro dueño. No le debemos nada. En todo caso, sería él quien nos debe un favor. Yo le encontré las piedras y tú has entrenado a los mamodos.

—Ya, pero… es demasiado poderoso. Demort es demasiado poderoso.

—No tenemos que luchar contra Demort. Vayámonos. No les ayudamos, pero tampoco les atacamos. Abandonemos a Sofis. ¡Que se apañe él con sus mamodos!

La niña se queda pensando en los meses que lleva en el mundo humano y en todo lo que ha vivido desde que fue seleccionada para combatir.

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Makai, seis meses antes de que empiece el combate.

Penny se despierta con un libro a los pies de la cama. Es azul y en su interior están escritos todos los conjuros de la mamodo. Lee las cartas que adjunta y se alegra de estar en el puesto número cuarenta y seis. Busca con ilusión por la lista hasta que lo encuentra.

—¡¿Puesto noventa y nueve?! ¿Por qué te han otorgado un puesto tan bajo, mi querido Zatchy? Seguro que es una estrategia de las Diosas. No puedes ser el segundo más débil. ¡Qué ganas tengo de que nos juntemos los dos y luchemos mano a mano! Mi compañera será una chica joven y guapa, y tu compañero, todo un galán. Nos encontraremos en un lugar idílico y lucharemos en pareja. Ellos también se enamoraran, al igual que hemos hecho nosotros, y derrotaremos a todos los contrincantes que osen acercarse a nuestro equipo imbatible. Cuando el combate esté a punto de terminar, dentro de un par de décadas, ellos se habrán casado y tendrán hijos: un niño y una niña, a los que llamarán Zatch y Penny. Quedaremos solo los dos y tendremos que luchar. Yo me rendiré, porque no puede haber mejor rey que tú, y seré tu reina. Nos casaremos y todo el mundo en Makai se alegrará de tener a los mejores monarcas.

Penny abraza el libro mientras especula en voz alta. No tiene ninguna duda de que eso es lo que pasará en el combate. La niña tiene una imaginación desbordante y, realmente, se piensa que Zatch está enamorado de ella cuando, en realidad, no sabe ni que existe.

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Byonko se incorpora en la cama y sonríe. Sabe lo que significa ese peso que siente a los pies. Toma el libro con cautela y suelta una carcajada. Acaricia la portada verde hierba y se le escapa una lágrima. No pensaba que fuera a recibir uno.

Está en el puesto setenta y seis. No es una posición muy alta, pero no se queja. Sabe que no es muy poderoso atacando, sin embargo, es capaz de detectar rastros mágicos con facilidad. Eso supone una ventaja muy buena en el campo de batalla.

Sale de la habitación a toda prisa y les enseña el libro a sus padres con orgullo. Lo abrazan y felicitan. Byonko muestra una sonrisa radiante: es uno de los cien elegidos.

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Durante la fiesta de despedida, Penny no le quita ojo a su Zatchy. El niño rubio está solo y no habla con nadie, pero mira a un grupo de mamodos de preescolar que ríen y charlan despreocupadamente. De pronto, un pequeño pony se acerca a él y su Zatchy lo abraza. Penny siente una punzada de celos y se sonroja. Quisiera estar con él, presentarse y decirle lo mucho que lo ama, pero se engaña a sí misma diciéndose que es mejor que se encuentren por sorpresa en el mundo humano. No cree que él sepa que ella ha sido seleccionada, así que, cuando la vea, sonreirá de emoción y se fundirán en un abrazo tan tierno que el gesto que ha tenido con ese caballo parecerá una llave de judo.

Se oye un murmullo y todos se fijan en un mamodo rubio que ha caído al suelo. Se levanta y dirige la mirada hacia cuatro mamodos que lo miran divertidos. Sin que Penny entienda por qué, el mamodo humillado sonríe con sorna. Se gira hacia ella y se pone serio. En eso, mientras está distraída pensando en lo que pueda buscar el desconocido de ella, siente que le levantan la falda. Penny se gira y ve a un mono con orejas de conejo rosas que mira bajo su ropa con cara de pervertido. La niña se cubre la ropa interior, donde tiene bordada la cara de su Zatchy, y le da un puñetazo. El degenerado cae al suelo y se sumerge en él como pudiera hacerlo en agua. Aparece al otro lado de la sala y el mamodo rubio va hacia él. Le dice algo con cara de asco y se aleja en dirección opuesta hasta que está frente a un mamodo verde con aspecto de rana.

—Eres Byonko, ¿verdad? —le pregunta con una sonrisa.

—Sí, ¿nos conocemos? —croa confuso.

—Me han dicho que eres bueno detectado magia. Dime, ¿tienes algún aliado en el combate?

—No, no conozco a nadie.

—¡Maravilloso! Tengo en mente una empresa bastante ambiciosa y tu don me vendría muy bien para llevarla a cabo. ¿Te interesaría asociarte conmigo? Soy muy poderoso.

—Veo que estás en el puesto veinticuatro, Sofis —comenta la rana al observar la insignia del desconocido.

—Un puesto bastante alto, ¿no crees? Bastante más que el tuyo, al menos. Búscame cuando te encuentres con tu compañero y cuida ese trébol que llevas en la cabeza. La suerte es un factor que debemos conseguir a toda costa.

Se da la vuelta y deja a Byonko con la boca abierta y la mano acariciándose la cabeza, donde descansa su precioso trébol de cuatro hojas.

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Sydney, Australia. Enero de dos mil uno.

Penny se despierta junto a un edificio colosal. Se incorpora y se queda sentada en el suelo de piedras, todavía un poco aturdida. El sol ha comenzado su descenso y el aire es cálido. Oye el bullicio de la gente que pasea por el lugar. Se pone de pie y se arregla la falda acampanada. Recoge la bandolera donde lleva guardado el libro y carga con ella al hombro una vez que se decide a moverse.

Llega a la puerta principal y descubre a muchos humanos congregados en la entrada. Al ver que nadie se percata de su existencia, baja la escalinata e investiga las proximidades. Le entra hambre y decide sentarse en el césped de un parque a comer algo de lo que le puso su madre en la bolsa.

Mientras come, mira a su alrededor y suspira.

«¡Ay, mi Zatchy! ¿Dónde estarás? Este lugar es tan romántico. En cuanto encuentre a mi compañera, iré a buscarte y vendremos a pasear aquí. Te prepararé la comida más deliciosa que hayas probado y comeremos a la sombra de los árboles. ¿Dónde te habrá llevado el destino? ¡¿Cómo podemos juntarnos de nuevo?! Mi amor me guiará hasta ti, no te preocupes. Paciencia, amor mío».

De pronto, nota un cosquilleo que le recorre el cuerpo y la necesidad de ir al oeste. Sonríe, recoge sus cosas y se pone en pie. Abraza la bandolera con el libro dentro y camina despreocupada hacia donde le indican que está su compañera.

*******

Missouri, enero de dos mil uno.

Byonko se despierta junto a una iglesia de tejado verde. Es noche cerrada aún y hace mucho frío. Se levanta, pero le tiemblan las piernas a causa de las bajas temperaturas. Se acurruca en la puerta sin conseguir entrar en calor. Siente miedo y tristeza.

Se pregunta hacia qué camino debe seguir, pero le asusta tanto la oscuridad que no se mueve de donde está. El viento sopla con fuerza, así que el mamodo abre el libro y se refugia tras él a esperar el amanecer. Le vence el aburrimiento y se duerme.

—…y que no se te olvide, cuando vayas al centro, de comprar cerillas. Yo no sé que hago con ellas. Me parece a mí que los monaguillos juegan con fuego a escondidas porque yo tenía varias cajas y ayer no pude encontrar ninguna —dice una voz de hombre que se acerca a la posición de Byonko.

—Estos niños… mira que les he dicho veces que no se juega con fuego. ¿Algo más, padre? —replica una voz de mujer.

—No, creo que ya está todo. Hoy tendremos un día precioso, ¿no te parece? Apenas hay nubes en el cielo.

—Día precioso significa pocas visitas al templo —se ríe la mujer.

—Seguro que vienen algunos feligreses a dar gracias a Nuestro Señor por el milagro de los apacibles días de invierno.

—Padre, ¿qué es eso de la puerta? —pregunta la mujer al ver el libro de Byonko.

El párroco se acerca y lo recoge dejando al descubierto a la rana.

—¡Por los clavos de Cristo! —exclama el sacerdote.

—¡Virgen santísima! ¿Qué es esa cosa?

—¡¡No me hagáis daño, por favor!! —suplica Byonko cubriéndose la cara con las ancas.

—¡¡Ave María Purísima!! ¡Pero si habla! ¡Ay, Padre! ¡¡Es un demonio!!

—Calma, Mary Ann. Seguro que hay alguna explicación. Dime, ¿qué haces en mi iglesia?

Byonko baja las ancas y los mira aterrado. Las espirales de sus mejillas se encienden de rojo carmesí y la rana tiene la boca tan seca que no puede articular palabra. Los mira tiritando y al borde de las lágrimas.

—Yo… yo… —balbucea antes de echarse a llorar.

—No tengas miedo. Mi nombre es John Christopher Lawson y ella es la hermana Mary Ann. No te vamos a hacer nada. Dime, ¿cómo te llamas?

—Byonko —responde con un hilo de voz.

—¡Qué nombre más curioso! ¿Tienes hambre, Byonko? —El mamodo asiente con la cabeza—. Muy bien, pues vamos dentro y te preparo algo calentito.

—Padre, no irá a meter un demonio en el templo, ¿verdad?

—Hermana Mary Ann, hay que ser buen samaritano. Además, no sabemos si es un demonio. ¿Eres un demonio, Byonko?

—¿Qué es un demonio?

—Un ser maligno con poderes mágicos que usa para dañar a las personas. Un ente que tienta las buenas voluntades de la gente honrada para consumir su alma. Un ser egoísta que busca el caos y el desenfreno.

—Entonces, no. Solo soy una rana.

—Una rana que habla —puntualiza Mary Ann—. Padre, ¡es una rana que habla!

—Hermana, ¿no tenías recados que atender? Vamos, Byonko, entremos y me cuentas más mientras te calientas. Anoche hizo demasiado frío como para quedarse en la intemperie.

—Gracias —susurra la rana con modestia.

—Bonito trébol, por cierto.

*******

Penny lleva varios días caminando hacia el oeste. Recorre la distancia con calma y deteniéndose a cada momento a descansar o a buscar comida. Cuando tiene hambre, se acerca a algún comercio y les convence de que le den algo que llevarse a la boca a cambio de una canción y un baile. La niña es tan mona y coqueta que los humanos la agasajan con lo que pide, contentos.

Al pasar por la puerta de un supermercado, encuentra a un chico con el pelo negro, largo, lacio y sucio pidiendo dinero y un trabajo, sentado en el suelo. Penny se acerca a él como atraída por un imán y siente un escalofrío por la espalda.

—¡Eres tú! —exclama decepcionada—. ¡¡Eres un hombre!!

El chico levanta la cabeza y siente el mismo escalofrío. Abre la boca sin saber qué decir. La niña cambia de expresión y sonríe.

—¿Quién eres? —le pregunta intrigado—. Siento que te conozco de toda la vida.

—Mi nombre es Penny y has sido elegido para ser mi compañero en la batalla por el trono. Yo poseo una magia asombrosa, pero te necesito a ti para poder conjurarla.

—¿Batalla por el trono? ¿Tenemos que luchar?

—Sí, pero antes debemos viajar para encontrar a mi amado Zatchy.

—Yo no tengo dinero para viajar.

—Pero yo te ayudaré a conseguirlo —le responde guiñándole un ojo.

*******

Byonko lleva semanas caminando. El frío de las noches es insoportable, pero no le queda más remedio que seguir las indicaciones de su libro si quiere encontrar a su compañero.

Sus pasos le llevan a una granja en medio de un prado. La casa es bastante amplia, pero no demasiado bonita. Byonko se asoma a una ventana y ve a un hombre mayor en la cocina preparando café. La rana siente un escalofrío por la espalda y sabe que ese humano es su compañero. Estira el anca y da unos golpecitos en el cristal. El hombre gira la cabeza, desconcertado, y se acerca. Abre la hoja y descubre al mamodo.

—Llevo toda la mañana esperándote. Pasa.

—¿Sabías que iba a venir? —le pregunta tras entrar de un salto.

—No sabía un carajo de ti, pero desde que me he despertado no dejo de pensar en ranas. Dime, ¿quién eres y qué quieres de mí? —le dice con brusquedad.

El mamodo se presenta y le explica en qué consiste la batalla por el trono. El humano lo mira con cara de aburrimiento y le responde que él no tiene la más mínima intención de moverse de su casa para ir a luchar contra gente desconocida.

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—¡¿VIVES AQUÍ?! —Penny no puede creer lo que ven sus ojos—. ¡¡Esto es una pocilga!!

Uri, su compañero, vive con su madre y sus hermanos en un cuchitril de una de las peores zonas de Sydney. Su padre los abandonó y su madre está demasiado enferma para trabajar. El chico tiene dos hermanos pequeños a los que tiene que alimentar, vestir y educar, pero apenas consigue nada con lo que le dan al mendigar por las calles. Nadie lo quiere contratar por su aspecto desaliñado y no puede cambiarlo, porque no tiene dinero. Vive en una espiral de autodestrucción de la que no sabe salir.

La niña husmea con repugnancia el lugar y decide que es hora de cambiar el destino de su compañero. Al caer la noche, le pide que la siga y llegan a un banco que está alejado de su casa. Uri sigue las indicaciones de la mamodo y abre el libro de conjuros. Lanza el primer y único hechizo que puede leer y una ráfaga de agua surge de las manos de la niña, rompe el cristal de un ventanal del edificio y entran en el local. Con otra ráfaga, fríen el circuito de la alarma y las cámaras; con otra, noquean al guarda de seguridad y se pasean a sus anchas por el banco.

Recogen todo el dinero que pueden y lo meten en el saco que lleva el chico. Salen a toda prisa, la mamodo se carga a su compañero a la espalda y echa a correr para alejarse lo antes posible del lugar.

A la mañana siguiente, Uri compra comida y ropa para todos. Lleva a su madre a un hospital y le recetan medicinas que el chico compra en la farmacia. Los instala en un pequeño hotel y consiguen asearse y estar presentables. Sabe que lo que ha hecho está mal, pero se autoconvence de que solo lo ha hecho por necesidad, de que él no es mala persona.

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Alvin, el compañero de Byonko, es un hombre tranquilo y bastante huraño que vive alejado del mundo en su granja. Le gusta el silencio y la paz que hay en esos parajes. No es muy sociable y solo visita la ciudad más cercana cuando se queda sin provisiones.

Byonko es un engorro para él. El mamodo no se calla nunca y no deja de pedirle que viajen para poder enfrentarse a otros mamodos. Su compañero le ha repetido varias veces que no tiene ninguna intención de hacerlo y la rana lo mira mohíno sin saber cómo convencerlo.

Una noche, Alvin se acerca a la rana mientras duerme. Desde que lo encontró, siente una curiosidad tremenda por el trébol de cuatro hojas que corona la cabeza del mamodo, así que decide acariciarlo con la mano, con tan mala suerte que una de las hojas se le queda entre los dedos. El hombre suelta una expresión de asombro tan fuerte que la rana se despierta y descubre, con horror, lo sucedido.

Byonko llora amargamente la pérdida de una de sus apreciadas hojas y Alvin no sabe qué hacer para disculparse, así que le da una galleta para ver si se calla de una vez.

El mamodo se come el dulce entre congojas sin querer perdonarlo. Su trébol era su gran orgullo y se lo ha roto, pero la galleta es tan deliciosa que calma la ira y la pena de la rana.

—Bueno, ahora que te has calmado, vamos a dormir —le dice el hombre.

Byonko se mete en su camastro, pero no puede dejar de pensar en la galleta. El sabor dulce aún le llena la boca y quiere más. Se levanta, se acerca a su compañero y lo zarandea con suavidad.

—Alvin, dame otra galleta —le pide.

—Mmm, déjame en paz, rana.

—Alvin, quiero otra galleta.

—Cállate y vete a dormir —le susurra con sueño.

—Alvin, no quiero dormir, quiero otra galleta.

—¡Que me dejes tranquilo! No hay más galletas por hoy.

—¿Cuándo me vas a dar otra galleta?

—Mañana.

—Mañana, ¿cuándo?

—A la hora de merendar —responde aún con los ojos cerrados.

—¿Qué hora es esa?

—Las tres de la tarde.

Byonko se aleja de su compañero y se mete en el trastero. Busca entre las cosas del viejo y encuentra los materiales que le pueden ser útiles. Fabrica la esfera de un reloj y dibuja las manecillas apuntando a las tres en punto. Se lo cuelga del cuello, vuelve al lado de Alvin y le dice:

—Ya son las tres, dame una galleta.

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—Ahora que ya se puede ver lo guapo que eres, no tendrás problemas para conseguir trabajo —le dice Penny a su compañero mientras le coloca bien la chaqueta.

—Supongo que no —se ríe el chico ante el gesto maternal de la niña.

—¿De qué quieres trabajar?

—Quiero ser cocinero, pero para eso tengo que estudiar en la escuela de hostelería, que no es barata.

—Bueno, eso déjamelo a mí. Te prometo que conseguirás todo el dinero que necesitáis tu familia y tú, pero antes de que te encierres a estudiar, debemos encontrar a mi Zatchy. Teníamos un trato, ¿recuerdas?

—Sí, lo recuerdo.

Con las medicinas, la madre del chico ha mejorado lo suficiente como para poder encargarse de sus hijos. Los pequeños van a la escuela y ella puede trabajar unas horas por las mañanas. Con el dinero que robó Penny, pueden pagar el hotel una temporada y aún les queda mucho para viajar en busca de Zatch.

Durante el viaje, Penny roba todo lo que se le antoja, pero Uri no se opone porque le debe demasiado a la niña. Recorren varios países de Asia hasta que llegan a Japón. Todo ello siguiendo el rastro del amor que percibe Penny y que le lleva a la ciudad de Mochinoki.

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Byonko percibe un rastro mágico, que memorizó en Makai. Va a buscar a Alvin y le pide que vayan a buscarlo. El humano no puede negarse, ya que el conjuro que cae sobre el combate se lo impide, y se acercan hacia donde está el mamodo. Está a muchos kilómetros y tardan varios días en alcanzarlo.

—¡¿Este es tu aliado?! —exclama Alvin.

Ante ellos tienen a un mamodo con su compañera. Ambos cubren el rostro con unas máscaras plateadas. Por debajo de la de él, asoma una sonrisa de dientes afilados. El desconocido se acerca flotando a Byonko y a Alvin, y les pone la mano en la cabeza.

«Ya no soy Sofis. A partir de ahora, olvidaréis mi verdadero nombre. Para todo el mundo, mi identidad es Milord».

—¿Cómo puedo ayudarte? —pregunta la rana con una reverencia.

—Supongo que con tu habilidad para detectar la magia, habrás notado la aparición de los mamodos petrificados por Golem —le comenta Milord.

—Percibo una magia extraña, pero no sabía que fueran los mamodos que quedaron atrapados.

—Mi misión es despertarlos y quiero que me encuentres todas esas lápidas. Tu compañero y tú os recorreréis el mundo y me las traeréis —les ordena.

—¡Yo no tengo dinero para tanto viaje! Olvídalo, vámonos, rana —se queja Alvin.

—No, no me has entendido. No te puedes negar, humano. Si quieres dinero, Milady y yo te lo proporcionaremos, pero tu mamodo se comprometió conmigo en Makai y no puede echarse atrás. Soy mucho más fuerte que vosotros. O nos ayudas, o quemo esa granja tan infame que tienes —lo amenaza con una sonrisa siniestra.

—Está bien —susurra Alvin con amargura.

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—¡Tienes razón Byonko! —exclama Penny con decisión—. Tengo que ayudar a mi Zatchy. Nos enfrentaremos a Demort y le demostraré mi amor incondicional. Lo venceremos con mis conjuros asombrosos y él recordará, por fin, todo el amor que siente por mí.

—No, si lo que yo decía era irnos de las ruinas —la corrige Byonko.

—¡¿Irnos?! No, nuestra misión es clara —prosigue teatralmente—. Debemos salvarlos, demostrarles que yo soy mejor que esa fresca de pelo granate que no para de achucharle. ¡Ah, lagarta! Yo lo protegeré mejor que tú. Venceremos a Demort y Zatch caerá rendido de amor de nuevo.

—Penny, yo no quiero enfrentarme a Demort, me da demasiado miedo.

—Vamos, compañero. Esta es nuestra verdadera misión en el combate —le dice mientras tira de él escaleras arriba.

—¡¡Que no quiero!! —se queja la rana intentando soltarse de la mano de Penny.

—¡¡Deja de forcejear y compórtate como un valiente!! —lo riñe Penny.

—¡¡No!! ¡¡Déjame ir!!

—¿Después de lo que hemos provocado? ¡Si mueren allá arriba, habrá sido por nuestra culpa!

Byonko deja de forcejear y la mira con la boca abierta. Asiente con la cabeza y la sigue escaleras arriba mientras nota como una lágrima le cae por la mejilla.